Trabajando, corrigiendo, suspirando.

Ando últimamente empeñada en concluir algo que no sé si es poema o es biografía o es nada. Algo debe ser porque habla de mí -como no podía ser de otra forma- y habla del amor y de la muerte. Y cuando lo escribo -y cuando lo corrijo- lloro como una niña que ha roto su juguete. Duele, pero también hace cosquillas y sonrío. Hay un pedazo que me gusta especialmente que habla de mi abuelo.

A mi abuelo le falta un trozo de lengua. Los cristales de sus gafas tienen nubes. Las nubes impiden que veamos sus ojos azules. Sus ojos también tienen nubes. Un bastón con cabeza de perro le ayuda a caminar. A mi abuelo le llaman don José cuando quieren sacarle los cuartos.

Me he dado cuenta de que pienso mucho en él.  Aunque no le echo de menos a él, sino a esa época que viví junto a él. Yo era pequeña. Muy pequeña. Mi familia, humilde. Muy humilde. Todo tan precioso visto desde la distancia....

Aquí sigo trabajando, corrigiendo, suspirando. A ver qué sale de todo esto.

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